martes, 21 de agosto de 2007

HERMANN HESSE, PICNIC BAJO EL COLUMPIO Y VISITA A BÉRGAMO

El domingo, con todo cerrado, nos decidimos por ir a la Colina d’Oro, que está a unos 14 kilómetros de casa, en Montagnola, un barrio exclusivo en este municipio pegado a Lugano. Fue a última jornada de Carlos y Maribel ya que el lunes cogerán el avión para Valladolid. Además, allí residió durante 43 años Herman Hesse, premio nobel de Literatura en 1946 y por medio de un folleto nos enteramos de que existe un paseo señalizado que recorre los sitios que acostumbraba a recorrer. Además del valor añadido de su ilustre paseante, se trata de un circuito magnífico de algo más de una hora entre bosques, vistas, restaurantes campestres (aquí los llaman ) y casas-mansiones supercuidadas que nos dan mucha envidia. Empezamos por el cementerio anexo a la iglesia de San Abundio, donde está enterrado, un recinto cuidado, limpio (como todo en Suiza), y con unas sepulturas que denotan a las claras el nivel de vida del vecindario desde hace al menos un siglo. La tumba de Hesse es sencilla y, en el mismo cementerio, aparecen otras tumbas de personajes al parecer famosos, aunque no para nosotros: directores de orquesta, arquitectos… etc. Hay unas cuantas de niños llenas de pequeños juguetes y en otra tumba, en vez de una cruz o algo similar, han puesto encima una escultura de un perro.
En el bosque estupendo nos encontramos con una señora que pasea a un caballo y a un perro. Los dos animales son del mismo color (marrón) y destaca sobre todo el azul cielo del arnés del caballo, que parece recién estrenado. Hablaba español bastante bien y nos contó que ya no podía montar al caballo (por un problema en sus patas) pero que “ahora lo paseo yo, ya que él me paseó a mí muchos años”. Lo cierto es que el bicho estaba impecablemente bien cuidado.
Continuando por la ruta marcada nos encontramos con la casa museo de Hermann Hesse., junto a una casona espléndida en la que vivió 12 años en cuatro habitaciones alquiladas y que le inspiró la obra del “Último verano en Klingsor”, que se ve en la foto.
Allí se guardan objetos personales, útiles, fotografías y cuadros del polifacético creador. Mientras lo visitábamos empezó a diluviar fuera por lo que optamos por visionar entero un vídeo de 50 minutos sobre el escritor fallecido en 1962… en italiano, pero más o menos lo entendimos. Se inició en la pintura ya con 40 años, precisamente cuando vivía en esta zona. Su estilo era un poco naïf pero muy interesante y afirmó que “La pintura es una cosa maravillosa porque nos vuelve más alegres y más pacientes, y al terminar, los dedos no están negros como después de escribir, sino rojos y azules”, . También dijo que “leer un libro es conocer la manera de pensar de otra persona, intentar comprenderla y, si es posible, ganar un amigo”. Pasadas las cuatro abandonamos el museo bajo un cielo oscurísimo. No habíamos comido todavía y apretamos el paso hasta el coche, donde teníamos unos bocatas, pero con la lluvia amenazando no sabíamos que hacer. El caso es que terminamos por buscar un lugar cubierto y lo único que encontramos fue un parque infantil, donde nos acurrucamos en un columpio con un pequeño tejadillo que, al final, resultó tener goteras. Los bocatas estaban riquísimos pero cae agua y tuvimos que abreviar en medio de un mar de carcajadas. Para compensar, nos tomamos un cafetito en la plaza principal de Montagnola, donde estaba el ayuntamiento. Ana, una vez más, revisó el tablón de anuncios municipal y nos contó que la alcaldesa se llama Sabrina y el secretario Sandro. Deformación profesional.
El lunes conocimos Bérgamo. Aprovechamos el viaje (pasado por agua y tormenta tan intensa que algunos coches se quedaban parados debajo de los puentes de la autopista) para llevar a Maribel y Carlos al aeropuerto de Orio al Serio (en serio, se llama así) en las afueras de la ciudad, para pasar allí la jornada. A la una, después de hacer unas compras en un inmenso centro comercial, ya habíamos aparcado en una plaza de pago en pleno centro, o al menos eso creíamos nosotros. Sin guía ni información alguna íbamos completamente a ciegas. El tope de aparcamiento era de una hora y decidimos acelerar y, en función de lo que viéramos, alargarlo otra o salir hacia Lecco, en el otro extremo de la Y invertida que es el lago Como.
Tras dar una vuelta por una zona interesante que semejaba el ensanche de los dos últimos siglos empezamos a buscar el barrio histórico que habíamos visto en el horizonte al entrar en la ciudad. Empezamos a subir una cuesta y el casco viejo no aparecía, mientras se consumía el tiempo del parking, que no queríamos dejar pasar tras lo ocurrido el año pasado en Toronto, donde la grúa es muy eficaz. Tras una buena soba lo encontramos en la punta de una colina. La zona parecía extraordinaria pero con gran disgusto tuvimos que bajar de nuevo a todo correr sin poder recorrer unas calles realmente interesantes. Una vez abajo decidimos llevar el coche a un aparcamiento subterráneo, coger un bus hasta arriba y buscar un sitio para comer.
Ana y el león de mármol de la entrada de la catedral hicieron sus migas, a falta de perro. El eje de la ciudad histórica es la Piazza Vecchia, donde se encuentra una magnífica catedral reedificada en el siglo XIII y al lado la denominada Torre Cívica, del XII, donde todos los días suenas 100 campanadas a las 10 de la noche, el sistema empleado siglos atrás para anunciar el cierre de las puertas de las murallas. Dimos unas vueltas, visitamos una biblioteca con una sala de techo altísimo ubicada en un edificio histórico, que se ve al fondo de la foto de Juanma en la fuente (obra de Contarini, de 1780). Tomamos unas “bruschettas”(como montaditos) y una ensalada y después de un buen rato descendimos de la Cittá Alta a la baja en un funicular que funciona desde hace 120 años y que evita largas caminatas a los bergamascos. Minutos después de salir hacia Lecco se puso a diluviar, igual que ocurrió a primera hora de la mañana, y con esa compañía regresamos a Brusimpiano. Lecho, que tenía buena pinta, tendrá que esperar.
Bueno y aquí estamos solitos, nosotros y la panadera (que alguno ya sabe de qué va la cosa) después de que se marcharan nuestros últimos compañeros de vacaciones.





Está claro que esto ya no será lo mismo sin vosotros. De hecho, está lloviendo y hace un frío que pela. Os echamos mucho de menos porque habéis sido una estupenda compañía a pesar de que habéis tenido que aguantar el cognazo que hemos dado a la hora de confeccionar día a día este blog. Muchos Bikos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Desde Doral todo igual.
Ya vemos que el periodista no para,no te preocupes que aqui te espera un tal Caballero,para que sigas escribiendo largo y tendido pero con foto fija (El y su yo ).
A falta de Rasta habeis adoptado leones de piedra,eso es más facil y comodo,lo que pasa que dificil de trasladar.
Bueno por aqui os esperamos,aunque no sabemos cuando.
Un abrazo Ubi y el escribano

Javier dijo...

Un saludo recién llegados de Valgañon (La Rioja) donde pudimos compartir concierto con dos de vuestros acompañantes. Vaya como aumentan los puntos rojos en el mapa...
Un saludo

Anónimo dijo...

Para los ausentes también fue muy grata la estancia con vosotros. Queremos esa moral alta y a seguir enviando fotos y explicaciones.
Informaros a todos que el concierto en Valgañón fue de lo bueno lo mejor, como ya le dijimos a los interesados.
Un abrazo para todos.