Salimos de Vigo con calma con la intención de hacer noche en Logroño. Así dividimos el viaje y recogimos a Pili y José, nuestros compañeros de la primera etapa de las vacaciones. La hora de salida se retrasó por la visita de Sabine y Camillo, nuestros intercambiadores. Son gente agradable en el cara a cara, pero muy tranquilos. Habíamos pensado charlar con ellos unos minutos, intercambiar las llaves de la casa y desayunar juntos, pero la cosa se alargó casi un par de horas. El motivo fue que tuvimos que darles todas las explicaciones de la casa pues Begoña, la encargada de hacerlo, se había marchado el día anterior a Melide a ejercer por primera vez de monitora de tiempo libre en un campamento. Debido a ello el plan de que les diera las explicaciones por la tarde, una vez que Carmen hubiera limpiado la casa y preparado algo de comida, se fue al garete.En la foto, no de muy buena calidad porque la hizo Carmen con mucho miedo, estamos tomando un café con ellos. S. y C. no tenían prisa alguna. Les explicábamos las cosas, las comentaban entre ellos con calma y así habitación por habitación… en fin, casi dos horas. Mientras hablábamos nos anticiparon que la primera cena en Brusimpiano no iba a ser precisamente de película pues en la casa no debía de haber casi nada, ya que ellos la alquilan y no viven allí. Nos lo dijeron mientras les mostrábamos la hermosa empanada de Casa Pili que Juanma acababa de ir a buscar a Chapela y les explicábamos que Carmen les iba a preparar una tortilla de patata, además de la fruta, queso, yogures y demás que tenían a su disposición en el frigorífico, junto con una botella fría de vino blanco de Navarra. Nosotros, por si acaso, nos dimos una buena cenita ese día en Logroño, en un sitio cerca de la calle del Laurel.
A las seis o´clock de la mañana del jueves 2 de agosto dejábamos Logroño para hacer los alrededor de1.400 kilómetros que separan esta ciudad de Brusimpiano. El viaje fue lo pesado que cabe imaginar de 16 horas sentados en un coche, pese al aire acondicionado y el hecho de que nos turnamos tres al volante. Poco a poco llegamos a la frontera francesa, recorrimos el sur de Francia, llegamos a Ventimiglia (Italia) y enfocamos el final del trayecto, que fue lo más cansado.La foto es de un area de servicio francesa, cerca de Tarbes, dedicada al Tour.
A las seis o´clock de la mañana del jueves 2 de agosto dejábamos Logroño para hacer los alrededor de1.400 kilómetros que separan esta ciudad de Brusimpiano. El viaje fue lo pesado que cabe imaginar de 16 horas sentados en un coche, pese al aire acondicionado y el hecho de que nos turnamos tres al volante. Poco a poco llegamos a la frontera francesa, recorrimos el sur de Francia, llegamos a Ventimiglia (Italia) y enfocamos el final del trayecto, que fue lo más cansado.La foto es de un area de servicio francesa, cerca de Tarbes, dedicada al Tour.
Desde Cannes hasta las cercanías de Milán el tráfico era densísimo, con un carril ocupado por camiones y vehículos grandes y el otro atestado de turismos. Además, a los italianos les gusta adelantar, se pueda o no, lo que termina aburriendo. El casi atasco en esta zona y los más o menos quince peajes de Francia (más otras tantas recogidas del ticket) hace que las horas pasen y el destino siga estando siempre muy lejos. Pese a todo la jornada nos deparó una sorpresa. Tiene nombre de mujer, decidimos llamarla y sin duda nos acortó mucho el viaje. La mayor parte de la gente se limita a darle su nombre de pila, el vulgar GPS, pero para nosotros se convirtió en algo más personal. Nos asombró su precisión y en la parte final, ya de noche, sin gente en la calle y con las carreteras de la zona de montaña, su colaboración no tuvo precio. Gracias a Marta (ahora ya sin comillas) nos situamos en la casa sin tropiezos. El nombre le viene de que al instalarlo nos dejaba elegir en español a Marta o Antonio y elegimos la primera.
Poco antes de llegar fuimos previsores y en un área de servicio italiana compramos pasta y fiambre, una idea que se reveló de lo más oportuna. Al llegar a nuestra casa de agosto comprobamos que la idea que teníamos era acertada: una vivienda normal, aceptablemente amueblada pero situada en un entorno impresionante: la vista del lago nocturna nos dejó maravillados, deseando que pasara la noche para disfrutarla de día. Así, después de una cena de andar por casa y muy cansados, nos fuimos a la cama. Excuso decir que el frigorífico, uno de esos de un metro de altura, estaba completamente vacío y hasta desenchufado. Una pena, aunque la casa estaba limpia.
Sin palabras. Nos prohibimos decirpara no andar a repetirlo todo el día. La vista desde la terraza de nuestra casa es de nota: un lago gigantesco, montañas por todos los lados cubiertas de árboles y casas junto al agua con un impacto mínimo (nada de torres) y las laderas de los montes casi vírgenes. No era cosa de desayunar sin ingrediente alguno así que nos pusimos en marcha. Antes nos repetimos los juramentos de la noche anterior, que os quise ahorrar en el capítulo anterior: ¡GGRRRRRRRRR!
Y es que los escamufos tuvieron el detalle de dejarnos las instrucciones de la caldera del agua caliente ¡EN ALEMÁN! Como somos unos ignorantes no entendimos ni papa y a la llegada del viaje tuvimos que irnos a dormir sin duchar. Por la mañana estábamos dispuestos a zambullirnos en el agua fría pero, oh milagro, decidió salir caliente. Atemperamos un tanto nuestros terroríficos pensamientos para los dueños de la casa y salimos a conocer Brusimpiano, pueblecito de mil habitantes en una de las varias márgenes de un lago con forma de Y. Encontramos la panadería que nos había indicado, que es a la vez una pequeña cafetería, tomamos un capuchino con cruasán y dimos una vuelta. Después localizamos el híper en el vecino Porto Ceresio, hicimos una compra adecuada a nuestras necesidades y a nuestro frigorífico, lo que no siempre encaja, tras lo que pudimos prepararnos una comida digna del lugar en el que nos encontramos. Esta es la vista desde nuestra terraza.
Poco antes de llegar fuimos previsores y en un área de servicio italiana compramos pasta y fiambre, una idea que se reveló de lo más oportuna. Al llegar a nuestra casa de agosto comprobamos que la idea que teníamos era acertada: una vivienda normal, aceptablemente amueblada pero situada en un entorno impresionante: la vista del lago nocturna nos dejó maravillados, deseando que pasara la noche para disfrutarla de día. Así, después de una cena de andar por casa y muy cansados, nos fuimos a la cama. Excuso decir que el frigorífico, uno de esos de un metro de altura, estaba completamente vacío y hasta desenchufado. Una pena, aunque la casa estaba limpia.
Sin palabras. Nos prohibimos decir
Y es que los escamufos tuvieron el detalle de dejarnos las instrucciones de la caldera del agua caliente ¡EN ALEMÁN! Como somos unos ignorantes no entendimos ni papa y a la llegada del viaje tuvimos que irnos a dormir sin duchar. Por la mañana estábamos dispuestos a zambullirnos en el agua fría pero, oh milagro, decidió salir caliente. Atemperamos un tanto nuestros terroríficos pensamientos para los dueños de la casa y salimos a conocer Brusimpiano, pueblecito de mil habitantes en una de las varias márgenes de un lago con forma de Y. Encontramos la panadería que nos había indicado, que es a la vez una pequeña cafetería, tomamos un capuchino con cruasán y dimos una vuelta. Después localizamos el híper en el vecino Porto Ceresio, hicimos una compra adecuada a nuestras necesidades y a nuestro frigorífico, lo que no siempre encaja, tras lo que pudimos prepararnos una comida digna del lugar en el que nos encontramos. Esta es la vista desde nuestra terraza.
La siesta en las tumbonas de la terraza disfrutando de un vientecito fresco y la vista precedió a nuestra primera excursión: Morcote, en la otra orilla, ya en Suiza. Al cruzar la frontera fue preciso pagar el sello que te permite circular gratis por todas las autopistas suizas. El pueblo mencionado figura en la guía pero sin estrella alguna y es una preciosidad. Discurre junto al lago, en una calle en ligera curva, con soportales, restaurantes, algunos de los locales colgados sobre el lago, tenderetes de mercadillo, cochazos impresionantes… y nosotros con los francos suizos que trajimos de Vigo olvidados en casa. Optamos por subir unos cientos de escaleras para visitar una iglesia, Santa María dei Saso, situada en un alto, del siglo XIII, desde la que hay una buena vista del lago, con un interesante cementerio situado al lado. Una caña en una cafetería junto al lago pagada en euros, con el cambio chicharrero que hacen siempre los lugareños en estos casos, cerró la visita Después, vuelta a casa. Parecía muy fácil y decidimos no recurrir a Marta. Una vez perdidos, si, perdidos, Marta volvió a salvarnos de dar vueltas un buen rato. Eso sí, al atravesar Porto Ceresio de noche, al filo de las diez p.m., Ana descubrió un paseo marítimo muy atractivo. Por tanto, parada, recorrido nocturno por un paseo atestado y lleno de puestos de cosas variadas (adornos, cerámica, bisutería, accesorios prácticos para el hogar, etc) y docenas de italianos, suizos y alemanes bastante arreglados y muchos comiendo helados.
EL DETALLE. Morcote. El coche en un parking de la ORA. Una hora de margen y el deseo de ser buenos ciudadanos. Compra de un helado para tener francos para la maquinita y, la sorpresa, todas están numeradas y la heladera nos aclaró que a la hora de sacar el ticket es preciso poner el número de la plaza. Nunca lo habíamos visto.
LA PUTADA. La casa,un edificio de tres plantas, tiene un pequeños aparcamiento con cuatro plazas, con acceso en cuesta pronunciada y en curva; Además, este acceso está desnivelado, mucho más alto por la izquierda. Consecuencia, una rueda apoya y otra no, y golpean los bajos del coche. Con todo ello el proceso de aparcar y salir hay que hacerlo con un guía y empleando un buen rato. Esperamos coger algo de práctica, pero no es fácil.
EL DETALLE. Morcote. El coche en un parking de la ORA. Una hora de margen y el deseo de ser buenos ciudadanos. Compra de un helado para tener francos para la maquinita y, la sorpresa, todas están numeradas y la heladera nos aclaró que a la hora de sacar el ticket es preciso poner el número de la plaza. Nunca lo habíamos visto.
LA PUTADA. La casa,un edificio de tres plantas, tiene un pequeños aparcamiento con cuatro plazas, con acceso en cuesta pronunciada y en curva; Además, este acceso está desnivelado, mucho más alto por la izquierda. Consecuencia, una rueda apoya y otra no, y golpean los bajos del coche. Con todo ello el proceso de aparcar y salir hay que hacerlo con un guía y empleando un buen rato. Esperamos coger algo de práctica, pero no es fácil.
5 comentarios:
Despues de dos dias intensos, añadidos al largo viaje, va siendo hora que descanseis un poco, aunque sospecho que no.
Pasarlo bien que es lo importante.
Ayer no me dejó enviaros ningún comentario.
Un abrazo
azu y angel
me parece segun lo contais que es como si estuvieramos ahi, asi que ya esa zona la damos por vista, pasarlo bien. un abrazo pedro
hola! te leo muy quejica, papá, con los detalles prácticos....si esa vista desde la terraza basta para compensar las instrucciones en alemán y el garaje en cuesta! y aún encima con el tiempo habéis llegado a un grado de sofisticación...Marta os saca de cualquier apuro! me acuerdo de la estación de servicio donde está la escultura del tour, qué chula es.
bueno, espero seguir leyéndoos que me divierte mucho.
besos!
¡¡QUE FUERTE!! aquí dando envidia a los mortales currantes y jubilados!! es precioso y estoy con Milena: ¿qué más dan los baches, la caldera, lo racanos de los intercambiadores??? esa vista, las vacaciones, la compañía es una pasada!!! Me da tanta envidia que me voy de vinos para atenuar la pena. DISFRUTAD mucho, que estáis en la edad. Esther
Veo que os lo pasais la mar de entretenidos,pero a ver si encontraias a la madre de Marco.
No todo va a ser el garaje,elfrigorifico,ni el agua caliente.
De todas formas podeis seguir dando envidia,pero si os toca la primitiva ya buscare yo a la madre de marco y el resto de la familia.
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